Estudio Bíblico de Juan #2

«Vida» puede aplicarse a la vida biológica, pero más importante que eso, vida es el poder vitalizador de Dios. Recibimos la vida de Dios cuando creemos en Jesucristo. Esa fuerza divina hace posible que vivamos de manera justa a pesar de nuestra mortalidad, y va a manifestarse en nuestra resurrección corporal futura. (Véase Juan 3:15-36; 5:21-26; 1 Juan 2-3).

La «muerte» también es más que un concepto biológico. La muerte se refiere al estado espiritual de los seres humanos como separados de Dios y moralmente depravados. Los espiritualmente muertos están bajo la condenación de Dios y no tienen cómo alcanzar su favor. Sólo el don de la vida por medio de Jesucristo puede oponerse a la muerte que mantiene a la humanidad bajo su dominio. (Véase Juan 5:16-26).

Juan a menudo habla de un tipo de creencia (fe) superficial en Jesús estimulada por observadores de sus milagros. Pero la fe que Juan trata de evocar mediante su Evangelio es una confianza activa y constante en Jesucristo que trae la vida eterna. El que cree recibe a Jesucristo como Salvador y expresa esa fe mediante la obediencia y el amor por los demás. (Véase Juan 3; 5; 8:31- 32).

La «incredulidad» no es «duda», sino una falla en responder a Cristo con fe. Incredulidad, en realidad, es un concepto moral, no intelectual, que resulta en el rechazo de Dios. (Véase Juan 3:16-21).

La «luz» resulta en santidad, pero su énfasis fundamental está en la revelación. Jesucristo es la luz del mundo, mostrándonos el camino hacia Dios. Debemos vivir de acuerdo con la Palabra de Dios, y ser «hijos de luz». (Véase Juan 1:4-9; 3:19-21; 8:12; 1 Juan 1:5-7).

Moralmente, «tinieblas» describe los actos pecaminosos y el estilo de vida lleno de pecado. Desde el punto de vista teoló-gico, las tinieblas espirituales son el poder del mal dominante que mantiene a los inconversos en la esclavitud. Los pecadores optan por las tinieblas; solamente la luz dada por Jesucristo nos lleva de vuelta a Dios, en quien no hay tinieblas. (Véase Juan 3:19; 8:12; 1 Juan 1:5-7).

Más de la mitad del empleo de la palabra «verdad» (aletheia) se encuentra en los escritos de Juan. Lo que Juan destaca es el vínculo entre la verdad y la realidad. Algo es verdadero porque está en armonía con la realidad como Dios la conoce. Podemos conocer (experimentar) realidad sólo si decidimos obedecer las palabras de Jesús, que nos muestran la vida como Dios desea que sus hijos la vivan. (Véase Juan 17:17; 1 Juan 1:6-8).

«Falsedad» no es tanto una cuestión de mentir en Juan como es una cuestión de engaño e ilusión. Toda la noción de realidad del mundo es, en el fondo, ilusión. Solamente la Palabra de Dios revela la verdad. Sólo al vivir de acuerdo con la perspectiva de Dios es que una persona puede liberarse de la falsedad y conocer la verdad.

Este es uno de los conceptos más importantes de la Biblia. Las Escrituras revelan el amor de Dios por nosotros, y cómo podemos responder a ese amor. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se nos enseña a amar a Dios por obediencia, y a amar al prójimo. Juan deja en claro que el amor no es algo que fluye naturalmente del corazón humano, sino que debe ser despertado por el acto iniciador de Dios de amor en Jesucristo. (Véase Juan 3:16; 1 Juan 4:7-21).

Como término teológico, «odio» se refiere a un profundo antagonismo de un mundo no salvo a Jesucristo y a los suyos. (Véase 3:20; 15,18-25)